Los pixeles de la antigüedad

LORENA SANCHEZ ADAYA

De pequeña, mis abuelos tenían un televisor “mágico” y sí que lo era. Cuando lo prendían, corría para ver cómo poco a poco se encendía un foquito; mucho después me enteré que se llama bulbo electrónico o tubo de vacío. Mis abuelos no solían ver mucho tiempo la televisión, no sé ni para que la tenían, pero me contaban que eran de las primeras familias del pueblo que la tenían y podían darse el lujo de invitar a los vecinos a pasar las tardes del domingo viendo programas alrededor de la tele. Además de asombrarme por el mecanismo de encendido, me fascinaba perderme en el diminuto punto de luz que desaparecía cuando se apagaba el televisor; era como ver una luciérnaga entre el bosque oscuro. En ese tiempo, la imagen era en blanco y negro; fue hasta finales de los años sesenta que el sistema se mejoró y nacieron los televisores a color. Había otra cosa que me sorprendía. ¿Pueden imaginar que no existía el control remoto y que ese aparato ocupaba parte de la sala por sus grandes dimensiones? Sí, antes de sentarte tenías que elegir el canal o bien pararte cada vez que necesitabas cambiar el programa; era una verdadera pesadilla. Y ni hablar de cuando se perdía la señal y el más valiente movía la antena desde el techo y gritaba a quienes estaban enfrente del televisor: “¿Ahí está bien?” Entonces los de abajo confirmaban o seguían en la búsqueda de la imagen perfecta. Recordé este episodio de mi infancia cuando mi sobrino, un enano de ocho años, me preguntó con voz firme: “tía, en tu antigüedad, ¿la televisión era a color? Me quedé quieta y sin palabras; la cosa no quedó ahí, remató: “¿y existían los pixeles?” Ahora sí, me senté a llorar. No sólo mis canas mostraban mi edad, también la tecnología me jugaba una mala pasada.

Tipo de documento: Artículo

Formato: Adobe PDF

Audiencia: Público en general

Idioma: Español

Área de conocimiento: INGENIERÍA Y TECNOLOGÍA

Campo disciplinar: CIENCIAS TECNOLÓGICAS

Nivel de acceso: Acceso Abierto