La morfología de la traza urbana de los barrios antiguos de Ocotepec, Morelos y sus vínculos con la herencia patrimonial

CRISTINA MEJIA TEJEDA

Existen organismos internacionales y nacionales encargados de proteger el paisaje cultural¹ como la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), considerando a los paisajes culturales testimonios de la interacción entre el hombre y la naturaleza vinculada estrechamente con las formas tradicionales de producción, de vida y creencias de los pueblos, de una manera compleja, es por esta razón que este organismo clasifica sus tipologías de paisajes, destacando algunas de ellas como el Tongariro National Park, en Nueva Zelanda o el paisaje caribeño del Valle de Viñales y el paisaje arqueológico de las plantaciones de café, en Cuba, y muchos más. La variedad de paisajes culturales en el mundo es muy abundante, es por eso por lo que se encuentran dentro de una clasificación para su mejor comprensión de acuerdo con las siguientes tipologías: el paisaje claramente definido, diseñado y creado intencionalmente por el hombre, el paisaje orgánicamente evolutivo y el paisaje cultural asociativo (UNESCO, 2011,11). De esta clasificación el que más concuerda con esta investigación es el Paisaje Cultural Asociativo, el cual se define como aquel donde se confieren connotaciones religiosas, artísticas o culturales al componente natural, aún cuando las evidencias materiales sean insignificantes o incluso inexistentes. Históricamente, los pueblos primitivos mantuvieron una relación espiritual con la naturaleza que les rodeaba (UNESCO, 2011, p. 24). Esta clasificación de Paisaje Cultural Asociativo es muy importante porque en la actualidad aún existen una gran cantidad de pueblos nativos de Mesoamérica, mejor conocidos como los nahuas que tenían en común la lengua náhuatl, su cosmovisión y religión. Estos grupos al momento de su fundación tomaban en cuenta su entorno natural con grandes significados simbólicos que guardaba el paisaje, parte de estos significados eran fundamentales para comprender su origen y su cosmovisión y sus asentamientos (altépetl²) lo situaban en la falda o al pie de las montañas reverenciadas o en las cercanías de cuevas, manantiales sagrados, cañadas, barrancas, cauces de ríos y arroyos, que, de manera simbólica, son puntos de contacto entre la superficie de la tierra y el inframundo – concepción cosmogónica prehispánica que logró trascender al mundo novohispano– de esta manera ocupaban esa porción territorial llamada paisaje donde se pueden leer los rasgos aportados por la naturaleza del lugar como las acciones y actividades que las sociedades imprimen en ella, así lo menciona Fernández Chistlieb y García Zambrano, 2006, pp.16-20.

Tipo de documento: Tesis de doctorado

Formato: Adobe PDF

Audiencia: Investigadores

Idioma: Español

Área de conocimiento: CIENCIAS SOCIALES

Campo disciplinar: HISTORIA

Nivel de acceso: Acceso Abierto