dc.description | Nunca conforme, la poesía busca una y otra vez, salirse de sus propios límites,
atravesar fronteras: Inaugura formas nuevas, obteniendo distintos recursos, aliándose a otros lenguajes para iniciar un diálogo, una transformación. El propósito de este estudio, pregunta todavía por el ser de la poesía: esta forma particular de mirar el mundo, de traducirlo/ interpretarlo/transitarlo.
La poesía cuestiona su propio método y la naturaleza de su pregunta. Medita acerca
de su forma de aproximarse al mundo y de corresponderse/relacionarse con otras
disciplinas artísticas, en este caso particular nos interesa su conversación con las prácticas museísticas; y en un segundo término con el arte del ensamblaje y el cine.
Pura López Colomé plantea en su libro Imperfecta Semejanza (2015), que la poesía
al igual que la traducción, es un intento por interpretar realidad. El poeta trata de asir la experiencia a través de un cuerpo de palabras, quizá en un afán por representarla. El único de los medios que lo posibilita es el lenguaje metafórico.
En una de sus conferencias acerca de la metáfora, Jorge Luis Borges en Arte Poética
(2001), apuntaba que era mucho más fácil aceptar una verdad a través de una imagen, que de una proposición filosófica. En el momento en que alguien nos quiere instruir huimos, lo enjuiciamos. Pero si se nos expone un camino, una dificultad, una forma particular de mirar, si se nos transparentan algunas “tareas de amor”, entonces nos quedamos cerca. Presenciamos la labor no sólo de traducir de una lengua a otra, sino de un fondo a otro, de una verdad semejante a otra.
El contacto con la obra de María Negroni, Elegía de Joseph Cornell (2013) surge de
la mutua admiración hacia el artista neoyorquino. Aquello que él preservaba en un mundo miniaturizado levantaba mi interés, cómo era posible guardar en esas pequeñas cajas lo que yo entendía más cerca de la misma poesía, el mundo hecho metáfora. Conocía algunas de las piezas fascinantes con las que otros poetas han dialogado con la obra de Cornell, como el poema de Octavio Paz, Objetos y Apariciones (1994), pero sobre todo el libro de Charles Simic, Alquimia de Tendajón (1996). Sin embargo, el libro de María Negroni parecía exceder por mucho la indagación del universo cornelleano. Parecía que ella estaba decidida
a salvaguardarlo de una vez y para siempre. Su propuesta de montaje textual parecía sugerir incluso su propio museo para atesorar lo que ella más amaba en Cornell. Eso me resultó absolutamente atractivo. Tenía que seguir a esa artista de cerca para entender cómo lograba preservar el misterio cornelleano en medio de tal exposición metafórica. | es_MX |